6

Era de esperarse, el ratón salió disparado cuando el humano a quién seguía quiso hacer un poco de ruido. Pero el ruido salió mal, y todo se estropeó. Tomate vió cómo todos se retiraron silenciosos y no quiso hacer preguntas, simplemente contempló esa ruptura de ánimo.

Recordó esa vez en que quiso volar como la paloma y no pudo. O esa vez en que el pan que recolectó se fue río abajo. Sí, eso era precisamente lo que llenaba el ambiente, la gente volviendo a la normalidad de sus vidas con un peso de más en la espalda: haber perdido algo imposible de recuperar.

5

Desde esa tarde, luego de que pasaran los frenéticos gigantes, decidió seguir a uno de ellos al azar. Aprovechó un momento de relajo y se metió en su tubo sonoro. Quería saber por qué, y necesitaba empezar con alguien, comenzar un proyecto nuevo.

4

Sobre la acera se sienten los pasos que se multiplican como tormenta, pasos eléctricos llenos de bullicio y nerviosismo. Se aglutinan y esperan. Tomate no entiende, es como si la gente se jugase la vida, es como si la pantalla de dimensiones gigantescas infundiera algo sobre todas las personas, como si tendiese brazos invisibles y anudase todos los músculos y nervios en un sólo lugar, al centro de todo.

Es inexplicable, hay que mirar, no queda otra.

3

El ratón tenía sueño, por eso nunca acababa de pensar lo que estaba pensando, pasaba de un tema a otro y ya no sabía cómo era que había llegado a pensar en lo que estaba pensando. Pero esto no importaba, pues dejarse llevar por la corriente era bastante agradable y nunca le provocaba mal a nadie. Más aún, era la mejor forma de entender qué era lo que quería, pues así develaba completamente su extravagante interior y comprendía a dónde quería llevarse. Además, ¿qué importaba?.

2

Tomate hacía todas sus tareas, era responsable. No le costaba despertar antes por cumplir con sus deberes. A veces tenía mucho sueño pero esto lo pasaba por alto y terminaba por olvidarlo por completo, era cosa de seguir trabajando en lo que tenía por delante.

Tomate sabía desde un comienzo que nada era en vano, así cada paso que daban sus garritas significaba algo más allá que el simple movimiento: ¿ ? Pues no lo sé, yo sólo relato su pequeña gran vida. Pertenecemos a dos mundos muy diferentes.

1

Había una vez un ratón que soñaba en un montón de queso, sentado en una cuneta de un lugar mejor a éste, donde los sueños se cumplen y no existen los planes pues no hay que planear, la anticipación no existe porque simplemente no es necesaria. La culpa, el reproche, la desilución, no golpean los corazones. Las manos dan espaldarazos, no palmadas ni cachetadas. Los pasos no están perdidos, sin embargo abren caminos constantemente. Las caídas son descansos. La imperfección es una virtud. La competencia algo obsoleto…

Ese era el mundo del ratón, un mundo mejor al conocido, que convivía con nuestro mundo, un mundo malo.

El ratón tenía una gran familia, con la que compartía diariamente sus virtudes, soprendiéndose siempre de lo que era capaz de hacer, pues se preocupaba de ir renovando constantemente sus invenciones para ellos. Esta famlia era más bien un grupo indefinido de seres vivos que nunca terminaba de conocer, eran todos, todos tenían la misma importancia pero distintos roles en esa sociedad armónica. De ellos lo había aprendido todo, o más bien con ellos, pues en realidad era él mismo el que iba descubriendo su propio ser a través de las muchas aventuras que había vivido con ellos.

Era un ratón, como muchos de los que viven en esta cuidad, y detestaba a los tristes humanos, que tenían una vida tan miserable que a veces intentaba ayudarlos, sin resultados. Pues ellos no bajaban la vista y estaban apurados.

¿Cómo se llamaba el ratón?

Se llamaba Tomate. Tomate el ratón, el súper ratón que intentaba salvar la humanidad mostrándoles la hermosa ratonicidad sin penas.