de Alejo Carpentier-Los pasos Perdidos-pag. 21|27|116|…

“…Ahora me veo en la calle nuevamente, en buscade un bar. Si tuviera que andar mucho para alcanzar una copa de licor me vería invadido muy pronto por el estado de depresión que he conocido algunas veces, y me hace sentirme como preso en un ámbito sin salida, exasperado de no poder cambiar nada en mi existencia, regida siempre por voluntades ajenas, que apenas si me dejan la libertad, cada mañana, de elegir la carne o el cereal que prefiero…”

“… A tal punto me hunden mis palabras, como dichas por otro, por un juez que yo llevara dentro sin saberlo y se valiera de mis propios medios físicos para expresarse, que me aterro, al oírme, de lo difícil que es volver a ser hombre cuando se ha dejado de ser hombre. Entre el Yo presente y el Yo que hubiera aspirado a ser algún día se ahondaba en tinieblas el foso de los años perdidos. Parecía que ahora yo estuviera callado y el juez siguiera hablando por mi boca. En un solo cuerpo convivíamos, él y yo, sostenidos por una arquitectura oculta que era ya, en vida nuestra, en carne nuestra, presencia de nuestra muerte. En el ser que se inbscribía dentro del marco barroco del espejo actuaban en este momento el Libertino y el Predicador, que son los personajes primeros de toda alegoría edificante, de toda moralidad ejemplar…”

“…Silencio es palabra de mi vocabulario. Habiendo trabajado la música, la he usado más que los hombres de otros oficios. Sé cómo puede especularse con el silencio; cómo se le mide y se le encuadra. Pero ahora, sentado en esta piedra, vivo el silencio; un silencio venido de tan lejos, espeso de tantos silencios, que en él cobraría la palabra un fragor de creación. Si yo dijera algo, si yo hablara a solas, como a menudo hago, me asustaría a mi mismo….”

de Charles Baudelaire-Las Flores del Mal-pag.11

AL LECTOR

Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan

La mezquinidad, la culpa, la estulticia, el error,

Y, como los mendigos alimentan sus piojos,

Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
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Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,

Con creces nos hacemos pagar lo confesado

Y tornamos alegres al lodoso camino

Creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
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En la almohada del mal, es Satán Trimegisto

Quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu

Y el precioso metal de nuestra voluntad,

Íntegro de evapora por obra de ese alquímico.
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¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!

A los objetos sórdidos les hallamos encanto

E, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,

Bajamos hacia el Orco un diario escalón.
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Igual al disoluto que besa y mordisquea

El lacerado seno de una vieja ramera,

Si una ocasión se ofrece de placer clandestino

La exprimimos a fondo como seca naranja.
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Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,

Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas

Y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones

Desciende, río invisible, con apagado llanto.
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Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,

No adornaron aún con sus raros dibujos

El banal cañamazo de nuestra pobre suerte,

Es porque nuestro espítiru no fue bastante osado.
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Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,

Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,

Los aulladores mounstruos, silbantes y rampantes,

En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
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¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!

Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos

Convertiría, con gusto, a la tierra en escombro

Y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
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¡Es el Tedio! -Anegado de un llando involuntario,

Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.

Lector, tú bien conoces al delicado mounstruo,

-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!

de Boris Vian-El otoño en Pekín-pag. 174

” -Aceptado-dijo Angel-. Así pues, los mentados individuos han estudiado tan detenida y tan profundamente las formas del pensamiento, que las formas les enmascaran el propio pensamiento. Y si usted intenta meter la nariz dentro de su pensamiento, se la tapan a usted con un nuevo pedazo de forma. Han enriquecido la forma pura con un gran número de piezas y de ingeniosos dispositivos mecánicos y tratan de confundirla con el pensamiento en cuestión, cuya naturaleza meramente física, de orden reflejo, emocional y sensorial, se les escapa en su totalidad.

-No comprendo ni una sola palabra -dijo Mascamangas.

-Es igual que en el jazz -dijo Angel-. Entrar en trance.

-Algo vislumbro. usted quiere decir que, en iguales circunstancias, unos individuos son sensibles y otros no.

-Sí. Resulta muy curiososo, cuando uno está en trance, ver cómo las gentes pueden seguir hablando y meneando sus formas. Cuando uno siente el pensamiento, quiero decir; la cosa material.

-Está usted nebuloso.

-No intento ser claro, porque me aburre soberanamente probar a expresar algo que siento con toda claridad. Y, por otra parte, me importa un absoluto carajo poder o no poder compartir mi punto de vista con los demás.

-Con usted no se puede discutir -dijo Mascamangas.

-Yo creo que no se puede con nadie -dijo Angel-. Ahora bien, me concederá usted la atenuante de que es la primera vez, desde el principio, que me arriesgo a tratar asuntos de esta naturaleza.

-Usted no sabe lo que quiere.

-Cuando me encuentro a gusto dentro de mi pellejo y me puedo quedar blanco y relajado como un saco de harina, sé que tengo lo que quiero, porque en esos casos puedo pensar en cómo quisiera yo que fuese lo que quiero.

-Me deja usted completamente idiota -dijo Mascamangas-. La amenza impelente, implícita e implacable, de la que al presente yo soy objeto, no objeta, perdóneme la aliteración, objección alguna al estado nauseoso y próximo al coma en el que se encuentra mi osamenta de cuarentón barbado. Sería mucho mejor que me hable usted de cualqueir cosa. ”