Hoy solté el manubrio de mi zebra (bici) y comprendí que tenía vida. Sentí cómo respiraba y se agitaba al llevarme por las calles de esta cuidad. Me sorprendió su entusiasmo, y me sentí feliz al tener un vehículo tan noble, que pide nada a cambio de todo. Le agradezco su entereza en momentos tan difíciles, en mañanas gélidas, o tardes asfixiantes, calles llenas de grietas, vidrios, corchetes, y autos. Era hermoso sentirla moviéndose, galopando, llevándome a donde quiera.

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